Los Dones del Espíritu Santo
Señales de La Vida Resucitada
dentro de un Cristiano
El trabajo de Sofía,
como la tercera persona de la Santísima Trinidad, es resucitar la
creación del Padre, restaurándola a su forma original. El Padre
creó, el hijo, Jesús, lo redimió, y Sofía, el
Espíritu Santo, lo resucita, lo renueva, trayéndolo de nuevo a su
unidad original con el Padre. Sofía levantó a Jesús,
comenzando con su concepción, llenándolo de sabiduría y
gracia (Lucas 2:52).
En su bautismo "el
Espíritu Santo descendió sobre él en forma visible como
una paloma." (Lucas 3:22) Cuando él comenzó su ministerio
él cotizó a Isaías diciendo, "El Espíritu del
Señor está sobre mí, por el que me consagró. Me
envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos su
libertad y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los
oprimidos." Estos pasajes nos demuestran que él no solamente fue
llenado del Espíritu Santo, pero también de los dones del
Espíritu Santo.
En Isaías, los
versos 2 y siguientes del capítulo 11, nos dan una lista de los siete
dones tradicionales del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia,
prudencia, valentía, conocimiento, piedad y temor del Señor.
Pablo en 1 Corintios, verso 8 y los siguientes del capítulo 12 da una
lista: sabiduría, conocimiento, fe, sanación, poderes milagrosos,
profecia, discernimiento, lengüas
e interpretación de lengüas. Todos estos
dones moraron y funcionaron dentro de Jesús.
Ahora, por nuestro bautismo
nosotros, como Jesús, hemos estado levantado por Sofía, y
después, por nuestra confirmación estamos llenados por la morada
de Sofía que nos da los mismos dones. Es nuestra confirmación que
nos da energía y poder de vivir la vida cristiana, una energía y
poder que nos conduzca poco por poco a la plenitud de la vida resucitada como
cristiano. La presencia de Sofía, dada a todos nosotros para el buen
común (1 Corintios 12:7), se manifiesta visiblemente y se presente por
estos dones. Siendo toda esta la verdad, entonces ¿cómo funciona
dentro de nosotros?
Nuestro cuerpo humano se
parece hoy ser cogido entre dos extremos. Un extremo lucha difícilmente
al exaltarlo en muchas diversas maneras, y el otro extremo lo mira como algo
disponible, como ya está presente tanto en nuestro ambiente. Pocas personas
se parecen estar interesadas en la integración del cuerpo, alma y el
espíritu dentro de sí mismo. Es obvio, por lo tanto, que el
rescate divino todavía está necesitado, que la experiencia y el
conocimiento de la vida resucitada, junto con todos sus atributos, son hoy tan
necesarios como era desde el principio del mundo.
El acontecimiento
más bendecido que podría suceder en la vida de cualquier persona
es experimentar y conocer al Señor resucitado, conociendo la
energía que fluye de su cuerpo, alma y espíritu resucitado,
sintiendo la energía de Él que fluye por el cuerpo, el alma y el
espíritu del cristiano, experimentando que la misma energía y
poder que los levanta, amplificándolos, resucitándolos, hasta que
se convierten como Él, resucitado y levantado a la gloria en cuerpo,
alma y espíritu.
Nuestro Padre Celestial
envió al su único hijo para hacerse uno con nosotros.
Jesús tomó un cuerpo como el nuestro. Él moró
dentro de ese cuerpo. Él amó ese cuerpo humano. Aunque lo
mataron, en el tercer día el Espíritu de Dios, Sofía, lo
resucitó, y desde que entonces, el hijo de Dios nunca más ha
dejado su cuerpo.
Esto es el sendero de un
cristiano, un sendero que nos conduzca a Jesús, a saber, un sendero que
no niegue, humilla, no ignora y crucifica la carne, el cuerpo. Ése no
debe decir que uno no salvaría su alma por escoger un camino que castiga
y rechaza el cuerpo, pero no es la manera que el Señor eligió.
San Francisco de Asís arrepintió de su carencia del amor hacia su
cuerpo en el final de su vida. Él amó toda la creación,
pero él llamó su propio cuerpo Hermano Burro.
Jesús vino a
restaurar la unidad dentro de la humanidad, la unidad que había sido
destruida por pecado original. Él vino a restablecer la unidad a la
creación de su Padre, para restablecer la sabiduría y el amor del
Padre, Sofía. El pecado lo había rasgado toda su creación.
El pecado todavía lo rasga. Jesús no vino a decirnos dejar
detrás el cuerpo y toda la creación para hacernos Ángeles.
Él nos demostró una manera como seres humanos, y la manera es la
vida humana resucitada. Por lo tanto, para que crezcamos en hacernos seres
humanos resucitados completamente desarrollados, debemos conocer como crecer y
llegar a ser niños de nuestro Padre Celestial, completamente
desarrollados, es decir, debe permitir que Sofía nos resucita para
podernos ser unidos con Cristo resucitado, y ser niños de nuestro Padre
Celestial.
Hay un viejo principio
espiritual que dice, lo sobrenatural se construye en lo natural. No podemos
crecer espiritualmente si no tenemos una fundación natural en la cual
crecer. Somos humanos. Es decir no podemos adquirir una virtud espiritual, si
en el mismo tiempo no estamos adquiriendo la virtud humana correspondiente.
La virtud espiritual es la
energía, el poder, resucitado de Jesús que penetre la virtud
natural, levantándola, resucitándola, a la vida resucitada. La
virtud natural se transforma, se convierte en una virtud natural levantada a un
nivel espiritual. La virtud natural no deja de existir. Es ampliado
simplemente, amplificado, magnificado por el poder de Bofia. Y la vida
espiritual no es tan nada más que permitir a Sofía levantar cada
aspecto de nuestra naturaleza humana a un nivel más ampliado.
Esto es un proceso del
crecimiento, y los aspectos naturales y sobrenaturales de la vida crecen de
lado a lado. Miremos la sabiduría, por ejemplo. La sabiduría es
la capacidad de conocer relaciones entre las cosas. Un niño tiene el
potencial para la virtud de la sabiduría. Mientras que crece en edad
adulta aprende los lazos por la experiencia y por los adultos. Aprenden no
jugar con fósforos, mirar ambas direcciones antes de cruzar las calles,
que la ira no arrepentida destruye su paz, que dos más dos son cuatro,
etc. Cuanto mayor es su experiencia, cuanto más profundos son sus profesores,
el mayor estará su sabiduría en su vida más tarde.
Ésta es sabiduría natural.
Cuando uno permite
Sofía, el Espíritu de Dios, morar dentro de su sabiduría
natural, se levanta, hasta una nueva vida, una vida resucitada, una vida
transformada. Se amplía su capacidad de conocer lazos, amplificado,
agrandado, porque el profesor es el Dios, Ellos mismos, el Padre, a
Jesús y Sofía. Así, nuestro uso diario de la
sabiduría es la sabiduría amplificada, ampliada. Pues la
sabiduría es una.
Otro ejemplo, la virtud del
amor. El amor es la capacidad de abandonar a sí mismo a otro, para tener
una preocupación abrumadora por otro, un afecto abrumador para otro. Es
un poder que nos captura, dándonos la capacidad de compartirnos
totalmente. El amor está hecho salido en nosotros por la presencia de
una persona a quién nos estamos atraídos. Cuanto más
fuerte es la atracción, mayor es el amor llamado adelante.
Cuando uno permite que
Sofía more dentro de su amor natural, pues entonces está
levantado hasta un amor más completo, amplificado, un amor abrazando
mucho más, un amor resucitado, un amor que tenga mucho más
capacidad que el amor natural. La capacidad natural del amor de abandonarse a
otro en un afecto y una preocupación abrumadora por el otro se levanta
al nivel sobrenatural, se aumenta grandemente, porque el amor que se hace salir
de dentro está llamada adelante por la presencia de las tres personas
del Dios Ellos mismos. Son Ellos que nos están atrayendo, y esa
atracción, siendo más fuerte que cualquier atracción
humana, nos llama adelante a un mayor amor de dentro, una mayor energía,
una mayor capacidad. Podemos responder con mayor amor porque se ha penetrado
nuestro amor natural, imbuido, habitado por Sofía, resucitado por el
Espíritu de Dios.
Es muy importante realizar
que las virtudes sobrenaturales de ninguna manera no destruyen ni no
substituyen las virtudes naturales, ni las virtudes supernaturales
vivan y ni funcionan separados de las virtudes naturales. La virtud
sobrenatural tiene existencia y, así como la virtud natural, y pertenece
y mora dentro de Sofía. Ambos vienen de la misma fuente. Su diferencia
solamente en la función queda en un lazo, un lazo a la creación
solamente, o un lazo a las tres personas de Dios y la creación. Sin ser
levantado, sin ser más empoderado por Sofía, nuestras virtudes
naturales no estarían capaces de darnos la capacidad de relacionarnos
con Ellos y otras en una forma dedicada, una manera incondicional.
La vida resucitada.
levantada, es la capacidad de vivir de una manera tal que nuestra cada acción
en esta tierra sea una que fluye del poder que transformó a Jesús
resucitado, el mismo poder dentro de nosotros, que es Sofía. Nuestra
cada acción en esta tierra, no importa que sea mundana, es una con la
cual se une y es abrazado por Ella. La vida levantada es la capacidad de
utilizar nuestras virtudes naturales encarnadas en nuestra vida del día
con el poder de las virtudes sobrenaturales, nuestras virtudes naturales se
levantaron y llenaron con más poder. Es algo como un coche que comience
a ejecutarse en un gas muy alto del octano en vez de regular. El octano alto da
a coche mucho más poder.
El Jesús resucitado
seguía siendo muy humano después de su resurrección.
Él recorrió, habló, comió, compartió, etc.
Todavía, su cuerpo natural experimentó la capacidad de hacer
cosas mayores. Incluso la persona humana de Jesús después de su
bautismo en el Espíritu pudiera hacer las cosas que él no
podría hacer antes del bautismo. Pues, también con nosotros.
Comenzamos con nuestro bautismo en el Espíritu Santo, un momento
experimental en nuestras vidas en que somos enterados que nos hemos ampliado,
que nuestras capacidades humanas han aumentado más allá de
experiencia, supuesto, normal.
A medida que continuamos
permitiendo que Sofía nos resucita, lo más llegamos a ser como al
Jesús resucitado, pues, niño resucitado del Padre. Por lo tanto,
nuestros cuerpos humanos, nuestra naturaleza humana, no se dejan detrás.
Es un parte muy esencial del proceso entero de ser levantado. Cuando el camino
espiritual se ve de esta manera, no es necesario castigar constantemente el
cuerpo, para reprimir sus sensaciones, para destruir sus emociones. Las
sensaciones y las emociones son buenas en sí mismos.
Lo qué necesita ser
resucitado, ser levantado, es la actitud posesiva, los deseos impulsivos, los
miedos del rechazamiento, que fluyen del corazón, no del cuerpo. Estas
actitudes, sensaciones y deseos exagerados pueden ser purificados por solarlos, no agarrándolos, no apretándolos.
Esta capacidad a soltarlos viene de la presencia de Sofía dentro de
nosotros, por la experiencia de su amor, y viviendo en un ambiente
cariñoso. Este amor nos da el valor de dejar a lado nuestro
apretón, un apretón que nos esté sujetando.
Cada vez que los soltamos,
nos levantamos repetidas veces a una nueva experiencia, una vida más
completa, un nuevo lanzamiento del amor, un halar más fuerte hacia el
querido, llegando a ser a una persona unida dentro de nosotros mismos y con el
Padre, Jesús, Sofía y con otros.
Un camino espiritual que se
funda sobre "el soltar" está libre de orgullo, del control de
uno mismo. Puesto que nuestro trabajo es negativo, pues después "el
soltar," el resto pertenece a Sofá. Esto nos mantiene libres de
orgullo. No tenemos nada en que podemos glorificarnos. Los otros caminos alimentan
lentamente las llamas del orgullo y la vanagloria, conduciéndonos en
problemas más allá en el camino, porque el énfasis
está sobre nuestra acción en el proceso de la
purificación.
El amor es el camino. El
amor es el Padre, Jesús y Sofía, y Ellos son amor. El amor es el
abandono total de sí mismo al querido, el dejar suelto sus propios
deseos para la aceptación de los de la querida. No hay necesidad de
abusar a uno mismo y otros para ser como el Jesús resucitado. Abusando a
uno mismo para ganar control podemos inconscientamente
abusar a otros también, porque estaríamos creciendo en la
capacidad de abusar más bien que amar. Hay solamente una necesidad que
es amar, amar a la otra, el Padre, Jesús y Sofía, y todos los
seres humanos de la creación. Esto es posible cuando permitimos que
Sofía nos resucita.
Así pues, no busque
los métodos de mortificación y de austeridades, sino, simplemente
mira dentro de sí mismo y reconoce los deseos impulsivos, los impulsos
que controlan, los miedos que aprietan. Entonces déjelos ser.
Déjelos irse. Y el amor vendrá fluyendo como un río.
Esto soltar, lo que va a
encontrar, es más duro de cualquiera mortificación o austeridad.
Normalmente queremos correr de soltar porque es difícil, y
también porque no hay manera por la cual nuestra vanidad puede echar
leña al fuego por ella. La manera de la mortificación, de la
penitencia y de la austeridad alimenta muy bien la vanagloria. Comience a vivir
la vida resucitada. Deje el poder de la resurrección que fluye por
Jesús resucitado a fluir por usted, y habita adentro de usted.
Ésta es nuestra herencia. Ésta es nuestra gloria. Ya estamos
resucitados aún.