La Vida Resucitada
De Un Cristiano
Parece, que hoy día el cuerpo humano está captado entre dos
extremos. Un lado lucha fuerte para exaltarlo bajo muchas expresiones, y
el otro lo mira como cualquiera cosa disponible, similar a la actitud presente entre
mucha gente acerca de su ambiente. Por eso, parece que hay poca gente hoy
día interesada en la integración de su cuerpo, alma y el espíritu, que habitan
dentro de ellos. Pués, es claro que la redención del hombre todavía no se
acabó, que la experiencia y el conocimiento de la vida resucitada, junto con
todos sus atributos, están necesario hoy como desde el principio del
mundo.
El encuentro más bendecido durante la vida de cualquiera persona es el
experimentar y el conocer al Señor Jesús Resucitado, el conocer el poder que
fluye del cuerpo, alma y espíritu resucitado de Él, el sentir el poder
corriendo por el cuerpo, alma y espíritu de ellos, el experimentar ese mismo
poder levantándolos, amplificándolos, resucitándolos, hasta que llegan a ser
semejantes a Él, resucitados en la gloria, unidos con su cuerpo, alma y
espíritu.
Nuestro Padre Celestial mandó a su querido hijo único a llegar a ser uno
de nosotros. Jesús tomaba un cuerpo semejante al nuestro. Habitaba
dentro tal cuerpo. Él amaba su cuerpo humano. Aunque fue matado,
cuando llegó el tercer día el Espíritu Santo lo resucitó, y desde ése
momento, el Hijo de Dios nunca ha dejado su cuerpo.
Así, es el camino cristiano, el sendero que nos dirije a Jesús, el
camino que no niega, no reprime, no ignora, ni crucifija la carne, el
cuerpo. Claro, éso no dice que alguien perdería su alma por andar en el
sendero que castige y rechase el cuerpo, pero tal camino tampoco es lo que
escogió el Señor. Acuérdese que San Francisco de Asís, antes de morir, se
arrepentió de no amar su cuerpo. Él amó toda la creación del Padre, pero
llamó su propio cuerpo Hermano Asno. Vino Jesús a restaurar la unidad
dentro de la humanidad, la unidad que ha sido destuida por el pecado
original. Llegó a restaurar la unidad de la creación de su Padre,
restaurar la Sabiduría y el Amor del Padre, que es El Espíritu Santo. El
pecado lo rasgó. El pecado todavía lo rasga.
El Señor no llegó a decirnos dejar el cuerpo y toda la creación para
llegar a ser ángeles. Él nos mostró un sendero que pertenece a los seres
humanos, y el sendero es la vida resucitada. Por supuesto, para
desarrollarnos completamente, llegando a ser personas resucitadas, debemos
conocer como crecer y llegar a ser completamente hijos desarrollados de nuestro
Padre Celestial, es decir, debemos permitir al Espíritu de nuestro Padre, el
Espíritu Santo, resucitarnos para poder estar unidos con el Cristo resucitado,
y por supuesto, ser hijos de nuestro Padre.
Hay un principio antiguo de la espiritualidad que dice: lo sobrenatural
está edificado sobre lo natural. No podemos desarrollarnos
espiritualmente si no tenemos una fundación natural sobre lo cual podemos
edificarnos. Somos seres humanos. Mejor dicho, entonces, no podemos
acquirir una virtud espiritual si no estamos en el mismo tiempo adquiriendo lo
natural correspondiente. La virtud espiritual es el poder resucitado de
Jesús que penetra la virtud natural, resucitándola a la vida resucitada.
La virtud natural llega a ser transformada, llega a ser una virtud natural
resucitada. La virtud natural no deja de existir, sino, es amplificada,
dilatada, magnificada por el poder del Espíritu Santo.
Así pués, la vida espiritual no es nada más que el permitir al Espíritu
Santo de resucitar cada aspecto de nuestra naturaleza humana dentro de un nivel
más amplio, más contenido. Ésto es un proceso de desarrollo en que los
dos, los aspectos naturales y sobrenaturales, crecen juntos.
Vamos a mirar la virtud de sabiduría, por ejemplo. La sabiduría es
la habilidad de ver y comprender las relaciones que existen entre todas las
cosas. Un niño tiene la potencia para la virtud de sabidruía.
Al llegar a ser adulto aprende las relaciones por las experiencias que ha
vivido y por las enseñanzas de los adultos. Aprende que no puede jugar
con fósforos, aprende cómo mirar en ambos direcciones antes de cruzar la calle,
aprende que la ira no arrepentida destruye su paz, aprende que dos más dos es
cuatro, etcétera. Lo más grande es su experiencia aprendida, y lo más
profundo son sus profesores, lo más grande va a ser su sabiduría en la
vida. Así es la sabiduría natural.
Ahora, pués, cuando una persona permite al Espíritu Santo habitarse
dentro de su sabiduría natural, la sabiduría está resucitada a la vida nueva, a
una vida resucitada, a una vida transformada. Por eso, la habilidad a
reconocer las relaciones entre cosas está amplificada, dilatada, magnificada,
porque el profesor es el Padre, o el Hijo Jesús, o el Espíritu Santo,
Sofía. Entonces, nuestro uso diario de la sabiduría es la sabiduría
amplificada y dilatada, porque la sabiduría, sea natural o sobrenatural, es
solo una.
A ver otro ejemplo, la virtud del amor. El amor es la habilidad de
abandonarse a otra persona, tener un cuidado abrumador, un afecto abrumador
hacia otra persona. Es un poder que nos capta, nos da la habilidad de
compartirnos completamente. El amor es sacado de nosotros por la
presencia de la persona a quien estamos atraídos. Lo más fuerte es la
atracción, lo más grande es el amor llamado desde adentro de nuestro ser.
Así es el amor natural.
Entonces, cuando una persona permita al Espíritu Santo habitarse dentro
de su amor natural, éste amor natural está resucitado para ser más amplio, más
dilatado, un amor más abrumador, un amor resucitado, un amor que tiene mucho
más capacidades que el amor natural. La habilidad natural del amor para
abandonarse a otra persona a través de un afecto abrumador y un cuidado de la
otra está resucitado, está aumentado ampliamente, porque el amor que está
llamado desde adentro de la persona está llamado desde allá por razón de la
presencia del Padre, Jesús y Espíritu, Sofía. Son Ellos que nos están
atrayendo, y ésa atracción, por ser más fuerte que cualquiera atracción humana,
llama desde el fondo un amor más grande, un poder más grande, porque nuestro
amor natural ha sido penetrado, abrazado, habilitado, resucitado por el
Espíritu Santo.
Es muy importante a darse cuenta que las virtudes sobrenaturales de
ninguna manera destruyen, ni tampoco reemplazan, a las virtudes naturales, ni
tampoco las virtudes sobrenaturales viven, ni funcionan, separadas de las
virtudes naturales. La virtud sobrenatural tiene existencia porque,
pertenece y habita, como la virtud natural, dentro del Espíritu Santo.
Llegan las dos a una misma raíz. Su única diferencia sobre la función
queda en una relación, en una relación a la creación solamente, o en una
relación entre ambas, el Señor y la creación. Sin ser resucitado, sin ser
más empoderada por el Espíritu Santo, nuestras virtudes naturales no pudieron
darnos la habilidad de relacionarnos con Ellos, y con otros en una forma bien
absorbente, porque una virtud es un poder para operar una acción fijada.
La vida resucitada es una habilidad a vivir en una forma por lo cual,
cada hecho nuestro sobre la tierra es uno que corre del poder transformador del
Señor Jesús Resucitado dentro de nosotros, lo cual es el Espíritu Santo.
Cada hecho nuestro sobre la tierra, no importa su valor, es un hecho que está
unido y abrazado por el Espíritu. La vida resucitada es la habilidad de
usar nuestras virtudes naturales dentro de nuestra vida diaria, encarnada con
el poder de las virtudes sobrenaturales, nuestras virtudes naturales
resucitadas y llenas con más poder. Todo ésto es como un carro que
comienza a usar gasolina de octano muy alto en vez de lo reguar. El
octano alto da al carro mucho mas poder.
El Señor Jesús resucitado fue todavía muy humano después de su
resurreción. Él anduvo, habló, comió, compartió, etcétera, y por eso, su
cuerpo natural experimentó la capacidad de hacer las cosas más grandes.
También, la persona humana de Jesús después de su bautismo en el Espíritu fue
capaz de hacer cosas que no podría hacer antes de su bautismo.
Pués, es igual con nosotros. Comenzamos también con nuestro bautismo
en el Espíritu, un momento experimental en nuestras vidas cuando llegamos a
darnos cuenta que ya estamos ampliándonos, que nuestras capacidades humanas han
aumentado más allá de la fronteras normales de una experiencia. Lo más
seguiremos permitiendo este Espíritu a resucitarnos, llegaremos a ser
semejantes al Señor Jesús resucitado. Por eso, nuestro cuerpo humano,
nuestra naturaleza humana, no está dejado a un lado. Es bien esencial al
proceso entero de ser resucitado.
Cuando está entendido el camino espiritual así, no es necesario
constantemente castigar el cuerpo, reprimir los sentidos, destruir las
emociones. Los sentidos y emociones son buenos en sí. Lo que
necesita ser cambiado, ser resucitado, es la actitud posesiva, los deseos anhelados,
los temores de rechazo, todo lo que fluye del corazón, no del cuerpo.
Estas actitudes, sentimientos y deseos exagerados, pueden ser purificados al
soltarlos, al no agararlos, y no ser pegados a ellos.
Tal habilidad de soltarse llega del poder del Espíritu Santo dentro de
nosotros, por el experimentar el amor del Espíritu, y por el vivir en un
ambiente cariñoso. Éste amor nos da la valentía de soltar nuestro
apretón, un apretón que nos mantenga abajo. Cada vez que nos soltamos
estamos resucitados a una nueva experiencia, una nueva vida más llena, un nuevo
descargo del amor, una atracción más fuerte hacia lo querido, llegando a ser
una persona más unida dentro de nosotros mismos, con Ellos y con todos los
demas.
El camino espiritual que está fundado sobre el soltar está
librado del orgullo, de autocontrol. Desde que nuestro trabajo espiritual
es negativo, soltar no mas, el resto pertence al Espíritu Santo. Ésto nos
mantiene libre de sobérbia, porque no hay nada en que podemos gloriarnos.
Los otros caminos poco a poco sopla las llamas de sobérbia y la vanagloria
adentro de nosotros, dirigíendonos a problemas más allá, porque el énfasis es
sobre nuestra acción en el proceso purificador.
El amor es el sendero. El amor es el Espíritu Santo, Sofía, y Ella
es el Amor. El amor es el abandonamiento total de si mismo hacia a lo
querido, el soltar los deseos posesivos para aceptarlos del otro. No hay
necesidad de abusarse, ni de los demás, para ser semejantes al Jesús
resucitado. Por abusarnos para ganar el control de si mismo podemos
inconscientemente abusar a otros también, porque estaríamos creciendo en la
habilidad de abusar en vez de amar. Hay solamente una necesidad, la de
amar, amar al otro, el Padre, Jesús, y Sofía, a todos los seres humanos y a la
creación. Ésto es posible cuando permitimos al Espíritu a resucitarnos.
Entonces, no busques los métodos de mortificación y austeridades.
Sino simplemente busques adentro de tí, y allá reconoces los deseos que
empujan, los impulsos controladores, los temores que paralizan. Después,
déjalos ser. Suéltalos. Y el amor vendrá corriendo como un rio.
Este soltar, lo vas a encontrar, es más dificil lograr que cualquiera
mortificación y austeridad. Estamos inclinados a correr de el soltar
porque es dificil, y también, porque no hay forma en que nuestra vanidad pueda
ser soplada por ellos. La vía de mortificación, penitencia y austeridad
alimenta la vanidad my bien. Comienza a vivir la vida resucitado.
Permita el poder de la resurreción que corre por Jesús resucitado correr por
tí, y habitarse en tí. Así es nuestro heredad. Así es nuestra
gloria. Somos resucitados aún ahora.